DE LA EDUCACIÓN I: EVENTOS EDUCATIVOS OFICIALES O DEL ESTAR EN LA OLLA

DE LA EDUCACIÓN I:  EVENTOS EDUCATIVOS OFICIALES O DEL ESTAR EN LA OLLA

Por Julián María Ospina S.

A menudo, durante las semanas institucionales y eventos organizados por las Secretarías de Educación locales se habla de las planeación y los resultados y las competencias. Y bla, bla, bla. ¡Qué calidad!

Ante eso piensa uno que,  si bien la planeación es necesaria, el contexto en ella es algo más que un derivado de un componente temático. A saber, es social, político y cultural, es de carne y hueso. Piensa uno que el papel de la pedagogía trasciende el rol de una planeación apegada a los documentos legales y puesta bajo un formato si dialogara más con la comunidad, si la escuela permitiese más argumentación, diálogo y solidaridad. Los lineamientos curriculares son, sin duda, una ruta de navegación, mas son susceptibles de cuestionamientos y críticas. Por tanto, son susceptibles de transformaciones que afecten al ser humano allende su dimensión cognitiva. Las Secretarías de Educación locales y las Rectorías de las instituciones no dialogan sobre las necesidades del docente. El afán que los ocupa es de resultados “contables”.

No obstante, de manera anquilosada los discursos de “capacitación” —a menudo ofrecidos en instancias públicas locales a los docentes, difundida en documentos oficiales y repetidas mecánicamente en reuniones de las semanas institucionales— se vuelven una cantinela que favorece el individualismo y la competencia como valores de un modelo económico trasnacional al que pareciera tendrían que someterse mecánicamente las instituciones educativas más remotas de un país rural signado por la violencia y la corrupción. La educación no tendría por qué despachar, como si de un tema del “Día E” se tratara, el asunto de la “paz con justicia social y ambiental”. Llegan los estudiantes víctimas del conflicto, los inmigrantes venezolanos, los abusados, los de escasez material y afectiva en sus familias, los de Bienestar Familiar, los que están enfermos y viven en veredas lejanas, los desplazados del campo, los “campesinos de ciudad”, los que testimonian violencia intrafamiliar, en fin, los desamparados cuya experiencia no debería ser indiferente a la escuela.

Pero es precisamente un modo de proceder acrítico a la hora de planear el que no afectade manera “significativa” los resultados, según lo pretenden los establecimientos oficiales y las rectorías, en ocasiones tan distantes del interés pedagógico y humano en sus acciones. Con planeaciones tan superficiales y de formato, tan solo “administrativas” si mucho se logrará una gestión de la ignorancia, “mano de obra barata”, como se dice, mas no una comprensión de lectura que se refleje en comprensiones y en transformaciones de contextos y subjetividades.

Lo que quiero decir, pues, se expresa en las siguientes “preguntas problematizadoras”, por lo menos un poco más problematizadoras que la intención de aplanar u homogenizar, currículos mediante, lo escarpado y diverso del país que se solapa en esta pregunta de un documento de Mineducación[1]:¿De qué manera se han integrado el informe por colegio, las matrices de referencia, los DBA y las orientaciones pedagógicas de la Caja Siempre Día E a las estrategias de aula?”, reza  la perla. Y es inevitable llamar a cordura al Ministerio de Educación de Colombia, y preguntarle: ¿Caja Siempre Día E? ¿Creen ustedes que lo debemos llevar Bojayá es dulces? Lo que quiero decir, por el contrario, se expresa en las siguientes preguntas como acicate para un pensar una otra educación:

Clasificación, medición, cuantificación. ¿Es esto lesivo para una formación humana?
 ¿Qué papel juega la familia, casi siempre indiferente, en la educación de niños y jóvenes?
 ¿De qué manera influye el contexto socio-cultural en el rendimiento acamico de los estudiantes?
 ¿Cuál es el interés administrativo en las bibliotecas? ¿Les invierten? ¿O es que estas, acaso, no son claves en genuinos procesos lecto-escriturales?
 ¿Cómo educar en condiciones de escasez, hambre y violencia?
 ¿Cuál es el estado de dignidad y equidad de las oportunidades en la vida de los estudiantes y sus familias?
 ¿Qué directrices del BID y de la OCDE hay en este tipo de lineamientos curriculares y con miras a qué?
 ¿Por qué en las reuniones de docentes no hablamos de nosotros mismos? ¿De un Plan Nacional de Desarrollo que no incluye la educación? O bien, ¿Por qué no hacemos,  aunque  sea una breve reflexión,  dlos ataques, estigmatizaciones y desprestigio por parte del partido del gobierno actual en Colombia?
 ¿Cómo puede devenir la escuela un espacio de investigación con una clara proyección a la comunidad?
  ¿No tendría la educación que tratar, por ejemplo, de la calidad del aire en Girardota[i] y de la manera como las escuelas podrían contribuir a alentar potencias críticas y creativas que mitiguen una crisis que mata más gente que la violencia misma?
 ¿Debe estar sometida la educación a los parámetros de la economía? Pues no hay que olvidar que calidad, competencia y estándar son términos con una fuerte resonancia en los engranajes teóricos de la producción industrial y en serie. ¿Educación para cuál empresa? ¿Y el grueso de los desempleados y faltos de oportunidades qué? ¿Arrojados al realismo no tan mágico del “rebusque”?
 ¿Dónde queda el papel de la diversidad de género, raza, religión, etc. si hablamos de estándares? ¿Acaso es igual lo rural que lo urbano? ¿Por qué se refieren muchos Proyectos Educativos Institucionales PEI- a un “desarrollo global” y no local?

Ante tales preguntas, la respuesta que se puede aventurar, en cualquier caso, remitirían a unas estrategias de mejoramiento de componentes curriculares que, a su vez, se correspondan con las necesidades particulares de los contextos e implicarán, por ende, asumir estrategias de transformación social y cultural a nivel ps, uno donde las preguntas no se resuelvan a plomo y donde los formadores, si un día de verdad llegamos a ser tal cosa, estimarán a los estudiantes no solo por sus puntajes altos” sino porque en ejercicio de la ética no gritan, ni se agreden, ni insultan o discriminarán a su hermano en clase; cuando ejerzan, pues, una ciudadanía activa pletórica de esperanza y solidaridad. Un país donde los formadores, si un día de verdad llegamos a ser tal cosa, no solo seamos hábiles con los formatos y las planillas sino capaces de elevar y sostener un verdadero dlogo, crítico, creativo y abierto a la diferencia. Hay que saber leer y escribir, por supuesto. Pero, sobre todo, saber vivir. Asunto este último con el estamos en deuda hace siglos.

Quizá por eso pienso ­­—saltando ya al campo de la metáfora— que si llegara un ladrón y nos dijese: “¡Manos arriba, el conocimiento o la vida!” Nosotros le entregaríamos, sin duda, el conocimiento. Así mismo, como educadores no quisramos robar la vida de los estudiantes a cambio de que fueran unos embutidos de conocimientos listos para ser fritos en las cocinas del mercado internacional en las que ahora puede verse y olerse la humareda y ceniza, signos de que ya va estando quemado el planeta.

Mermémosle a la olla, que ya es suficiente con estar en ella.




[1] “Evaluación formativa: Una oportunidad para el fortalecimiento curricular y los procesos de seguimiento al aprendizaje”. Plan de Área y Evaluación Formativa. Elementos orientadores sugeridos para la construcción de Plan de Área.


[i] El artículo fue una participación en el marco del Foro Educativo Municipal el 30 de marzo de 2019, en Girardota. El personal especializado de impartir la “capacitación” eran unos invitados especiales del Secretario de Educación, asociados al contrato de Preicfes e impresión de Módulos para las instituciones educativas oficiales. Las preguntas que se leyeron en público querían ser censuradas, no se pudieron leer completas.
El alcalde me dice que si conozco, entonces, a alguien que sepa de educación y pedagogía que le avise, para tenerlo en cuenta. A lo que le respondo, —y espero no produzca risa tamaña obviedad—, que en las universidades, y no en ámbitos burocráticos, es donde se encuentran las facultades de educación y de humanidades. Vale pensar el tipo de “capacitaciones” que merecemos y que, al parecer, a nosotros mismos nos tocará forjarnos. 
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